¿Volverá el Frente Amplio?
>Una opinión personal


Y de pronto se borraron la mujer, el vino, el fuego - Que sostenía las carnes,
el temple del instrumento


No es sobre si el FA volverá a ganar las elecciones en 2019. Hablamos de los cambios orgánicos que viene viviendo el partido de gobierno en una evolución frente -> partido -> ¿frente?. En este proceso, importan los movimientos tectónicos que lo determinan.

En 1971 el Frente Amplio nació como "coalición y movimiento" reuniendo fuerzas de izquierda de muy distinto tipo, y además una amplia militancia social no encuadrada en éstas que tuvo sus propias formas de expresión y representación dentro de la estructura, aunque siempre siempre limitada por el marco del acuerdo interpartidario, que a su vez requería cierta flexibilidad de cada uno de los partidos, todo ello bajo una clara y expresa hegemonía reformista. Un fenómeno complejo hasta para decirlo.

La lucha de clases fue modificando las cosas en el plano de la expresión orgánica. Nunca se rompió la hegemonía reformista, por el contrario, se profundizó por dos elementos fundamentales.

La dictadura militar golpeó a toda la izquierda pero mucho más a los sectores combativos, y la recomposición del Frente a su salida reflejó ese desbalance. Y luego el proceso de llegada del Frente al gobierno implicó toda una adaptación política, ideológica, programática y práctica a los imperativos del régimen burgués: de partido de la alternativa a partido de la alternancia.

Las formas orgánicas fueron expresando y acompañando este proceso, y a su vez los cambios de forma fueron una herramienta para realizar los cambios de contenido. Esos cambios de forma política fueron, básicamente, dos.

Primero, el "movimiento" se fue desmantelando y desvirtuando a la vez. Segundo, la coalición se transformó en partido.

Nos interesa agregar un tercer proceso, el "partido" pasó a ser mucho más centralizado y vertical. Nos interesa, porque es allí, en ese plano, que se produce la actual crisis interna que hoy ocupa la escena.

Pero para entender la parte tenemos que entender el todo.

Vamos a explicar a qué nos referimos con "cambios tectónicos". En el comienzo, hubo en el Frente una tensión entre distintos proyectos políticos (realidad para la cual se usó el eufemismo "frente policlasista") que se saldó por la imposición de la "izquierda de lo posible", es decir, un programa de reformas parciales limitadas explícitamente a la necesidad del capitalismo. A su vez, para que ese proceso de reformas fuese posible, se necesitaban ciertos cambios en los instrumentos institucionales, en el propio Frente Amplio y su relación con el Estado. Es en ese plano que vemos también un fenómeno que es muy conocido: un instrumento político, de medio para un fin, pasa a ser un fin en sí mismo. En este caso, el fin es gobernar. No para llevar adelante un programa o una causa, sino para gobernar.

¿Quienes resultarían beneficiados en dichos cambios parciales dentro del capitalismo, en qué grado cada cuál?

Creo que la respuesta más clara la ha dado Tabaré Vázquez en su discurso de los "MALAGRADECIDOS", reunión abierta del gabinete ministerial en Nuevo Berlín, 14/08/2017 (1). Ante reclamos de personas en verdadera situación de miseria, no tuvo mejor salida que hacer un recuento de las "gotitas" que han brindado los gobiernos frentistas, lo peor que estábamos antes, y terminar con un reproche a las malagradecidos a los que nunca les alcanza. Que esta respuesta no haya pasado a la antología de la soberbia y la desubicación es otra muestra de la obsecuencia de los medios. Pero ha servido para poner en negro sobre blanco su filosofía de gobierno.

Dije "gotitas" por algo. La "teoría del derrame" es la forma de justificar la explotación capitalista, los empresarios -propietarios de los medios de producción- deben ganar para así generar empleo, y bienes y servicios que pueden ser consumidos por los trabajadores- El rendimiento del trabajo para los empresarios es el que trae las mejoras posibles para los trabajadores. El Frente Amplio a asimilado ese planteo por completo, de modo que las pequeñas mejoras en las jubilaciones que siguen siendo miserables, las muy atrasadas conquistas en condiciones laborales de los trabajadores rurales, son los "cambios posibles". GRACIAS al Frente Amplio hay gotas de derrame. Para ello, el capitalismo tiene que funcionar. Para ello a su vez, los trabajadores tienen que adecuarse a ese funcionamiento -aceptar el régimen de "esencialidad" por ejemplo- y si reciben algunas gotas más, agradecer.

En su fundación el FA tuvo una llegada relativamente policlasista, trabajadores organizados y algunos sectores medios instruidos. Fue con el tiempo que se empezó a lograr la llegada masiva a los sectores populares más carencuados, los barrios marginales, el interior rural. Pero si bien la base social electoral del Frente tuvo ese alcance, el aparato partidario ha tenido una base social diferente. Allí hay un predominio neto de los sectores medios; los cuadros de origen obrero han sido cernidos y educados primero por su pasaje por la burocracia sindical, que a su vez ha cobrado un mayor desarrollo a partir del gobierno del Frente, desarrollo cuantitativo y cualitativo, profundizando también su diferenciación del resto de la clase (dirigentes de tiempo completo). La llegada del Frente al gobierno, en un país de limitadas posibilidades de carrera profesional, académica, o de cuadros gestores especializados, hace del aparato del Estado (y el universo para-estatal de ONGs, empresas contratistas, estudios profesionales, etc,) un botín para esos sectores medios. El FA comienza a ocupar el lugar de "partido del Estado" que era el Partido Colorado.

Así, el FA es "policlasista" en una forma muy singular. Convoca a los votantes de sectores populares pero se constituye orgánicamente con cuadros de sectores medios, tanto en su burocracia partidaria interna como en su contraparte de gestión en el aparato estatal y para-estatal. Los intereses de clase de estas dos grandes franjas sociales son muy diferentes, y las "gotas por derrame" que reciben en el funcionamiento del capitalismo, también.

Esos intereses diferentes pueden ser satisfechos en forma desigual pero manejable, dentro de ciertas condiciones coyunturales, que fueron favorables en los primeros años de gobierno frentista, pero ya no lo son.

La economía "crece" pero aumenta el desempleo. El país tiene grado inversor, pero los mega-proyectos de inversión extranjera directa terminan en grandes fiascos (si no en juicios al Estado). Y es así que vemos como este agotamiento del "derrame" empieza a generar tensiones sociales que ya no pueden ser manejadas con tanta holgura. El discurso del Frente levanta la bandera de la negociación colectiva, pero el Estado como patrón abandona la negociación con sus propios trabajadores.

Y a eso nos referíamos con "movimientos tectónicos". La conjunción de intereses de esas dos franjas sociales es cada vez más difícil. Pero es obvio que los problemas del "derrame", aunque en forma desigual, les llegan a todos. Y es así que vemos las tensiones en esa base social "policlasista" de dos patas. Y eso es en última instancia lo que explica las actuales tensiones internas del partido de gobierno.

Vamos entonces a las consecuencias orgánicas.

Un artículo difundido en estos días de Fernando López D'Alessandro sobre la crisis del Frente y Sendic me ha llamado la atención. Dice en una parte lo mimo que yo acá sobre la imbricación del Frente con el aparato de Estado al modo anterior del Partido Colorado, pero esa idea no la inventó él ni mucho menos yo, de modo que no es para asombrarse, ya es un lugar común. Pero luego leo estas cosas:

"...bajo el sopor de la Revolución Cubana, la cultura política de la izquierda uruguaya fue teñida por la impronta comunista. El aparato cultural, hegemonizado por la moda revolucionaria... [y a continuación hablando de Raúl Fernando Sendic luego de sus años en Cuba] la impronta vertical a la cubana... tienen esa forma de... verticalidad autoritaria". (2)

¡Eso se llama ver el ratón y no el elefante! ¿Sendic es el verticalista del FA? ¿Te olvidaste de Tabaré Vázquez?

Como dijimos, la "coalición y movimiento" pasó primero a ser coalición lisa y llana, con un "movimiento" controlado por los aparatos partidarios. Pero luego esos distintos partidos particulares fueron perdiendo su autonomía política, y pasaron a ser, de hecho, fracciones de un partido macro. Ninguno de ellos sobreviviría si se escindiese de ese partido macro, o si el mismo se quebrase. Han dejado, por lo tanto, de ser partidos cada uno por su cuenta en el sentido estricto de la palabra, y son partes de un partido.

Pero a su vez ese partido comenzó a tener una dinámica de centralización cupular. El hoy tan mentado "Tribunal de conducta política" vino siendo en realidad durante todo este tiempo -más que un guardián de la ética- un órgano disciplinario, pero la llamada disciplina partidaria ha venido funcionando de hecho, como una subordinación política verticalista. Y por supuesto que no tiene absolutamente nada que ver con una "impronta cubana", es bien uruguaya. No se trata, por otra parte, de un "centralismo democrático", o lo que quiera eso decir. Es un centralismo burocrático cupular sin discusión, que tiene un mando único en el gobierno mismo. El gobierno manda al partido. El drama del "voto 50" no tiene sentido si no se entiende dentro de este estilo político.

Si queremos verlo en un caso, tomemos la participación uruguaya en la ocupación militar de Haití. Como hemos hablado de este tema largamente, no volveremos a él aquí, pero es un ejemplo clarísimo de imposición vertical de una disciplina sin discusión y sin derecho al pataleo, sin derecho a "objeciones de conciencia", e impuesto a los órganos partidarios desde la cúpula del gobierno.

Ese proceso de centralización autoritaria tuvo su punto máximo en los primeros años de la primera presidencia de Tabaré Vázquez. Hacia el final del mandato comenzaron los problemas, que tuvieron sus quiebres, en especial el fracaso en la imposición del "delfín" designado Astori. La presidencia de José Mujica tuvo un estilo algo distinto, dejaremos eso de lado.

Cuando el retorno de Vázquez a la presidencia se intentó reimplantar ese ultra-centralismo. Véase por ejemplo la designación del gabinete. Pero poco se logró, y cada vez menos. Las diferencias internas empezaron a aflorar en forma mucho más evidente, y los llamados a silencio y obediencia del jefe de poco han servido.

Hoy, el Frente se parece bastante más a un frente. La disciplina ha cedido ante la negociación. Tratemos de entender a qué se debe.

Por supuesto, Tabaré Vázquez es un enfermo de soberbia y autoritarismo. Ha llegado a actitudes que lo ponen en ridículo, como enojarse con los medios de prensa uruguayos porque en la cumbre de presidentes en Mendoza le dieron más importancia a los problemas con Venezuela o a inauguración de la venta de marihuana en farmacias (ambos temas que concitan la atención mundial) que a que ÉL recibió un premio... (3) Probablemente un caso de complejo de inferioridad sobre-compensado, pero dejemos ese tema menor.

El problema no es la persona Tabaré Vázquez sino en contexto político que pone en la escena a ese personaje, lo construye, y lo que pasa cuando ese contexto va cambiando. Y, a su vez, cómo ese contexto de superficie es afectado por los movimientos "tectónicos" de la lucha social. Con esto no queremos decir ni por asomo que una de estas dos "alas" que hoy se presentan esté representando al "pueblo". Por cierto que no. Se trata de una contradicción intra-burocrática, pero debemos entender por qué ocurre.

Vamos a tomar de la antropología las formas políticas del "jefe distribuidor" de la caza y el "jefe recaudador"· de la agricultura (4). Los jefes no son un fenómeno natural, ni son inevitables, ni la mayoría de las veces la mejor opción. Son un fenómeno histórico, y las formas de jefatura dependen de las condiciones manteriales de la vida y sus necesidades.

La llegada del FA al gobierno significó, para ese estamento burocrático de sectores medios, cobrar la presa del Estado. Pero en las condiciones del recién llegado, y sobre todo por las garantías que debían darse por el terreno que se entraba a ocupar, se impuso la dinámica de una sola canilla y uno que la maneje. Ese fue el centralismo del primer Tabaré. La autoridad no viene ni del carisma ni del talento, viene del control material, que a su vez viene de esas condiciones de la llegada.

A medida que la burocracia frentista va ocupando los lugares del terreno, en vez de caza vemos algo más parecido a la agricultura en parcelas, donde cada uno es responsable de lo que produce. Hay que pagar un tributo (no son dueños absolutos de sus ganancias como ya se ha visto) y someterse a un control. Pero ahora cada productor ha adquirido en cierta medida su derecho a voz y voto. Esto no ocurre de un día para el otro y mucho menos sin conflicto, pero ocurre. El jefe autoritario da órdenes y órdenes, pero que se cumplan es otra cosa. "Ya no se escucha tu canto". En realidad debería ser el suyo un papel diferente, el papel de un "primus inter pares", un coordinador, un articulador. Pero sería pedirle peras al olmo.

Así y todo, los problemas más o menos podían sobrellevarse en los años de buenas cosechas. Pero vinieron los años de malas.

El Frente no ha logrado una "renovación generacional" porque ha sido presa de su propia herencia maldita de autoritarismo (que repetimos, nada tiene que ver con los cubanos, ni los rusos ni los chinos ni los japoneses) y ahora ya es tarde. Ahora ya no es la autoridad del reparto sino la guerra del reparto.

Sólo nos queda un punto, lo de las "dos alas". Las dos son burocráticas, la diferencia está en lo que se está dispuesto a ceder en el ordeñe al Estado y lo que no.

Un ala está tratando de sobrevivir en la "alternancia". Comenzar a tender puentes por si las moscas, hoy por ti y mañana por mí. Es el ala de hacer buena letra. La otra sabe que por ese camino lleva las de perder, va a ser sacrificada. Es el ala "internista" que trata de resucitar los viejos tiempos.

Y así, el Frente tiene de nuevo apariencia de frente. Lo curioso es que esta situación producto de la decadencia política, lo puede beneficiar.

Lo primero que hay que entender es que en esta coyuntura histórica y tal como están las cosas en Uruguay, el FA sigue siendo la primera opción de la clase dominante. Ya tiene otras por las dudas en los viejos partidos burgueses tradicionales, pero no sólo no se han recuperado sino que cada vez están peor, y hasta peor que el Frente.

En esa situación la polarización interna puede ser un motivo de arrastre desde puntos diferentes, eso ya fue usado largamente por los viejos partidos burgueses tradicionales, cuando todavía estaban. Es la dinámica del "enemigo íntimo", optar por uno de los bandos de esa polarización interna pude ser pensado como un "voto útil" para que no gane el otro bando, y así todo suma.

De cualquier manera la decadencia del Frente es irreversible. Ya sin mujer ni vino ni fuego, lo que lo sostenía, qué se puede esperar del pobre "instrumento"...  va a hacer un papelón.


Materiales citados:
(1) http://ecos.la/UY/9/actualidad/2017/08/14/16332/mujer-reclamo-a-vazquez-porque-cobra-3260-y-no-puede-pagar-facturas/
(2) "La crisis del Frente Amplio no es sólo Raúl Fernando Sendic", Fernando López D’Alesandro, la diaria, 26/08/2017
(3) http://www.elobservador.com.uy/vazquez-molesto-medios-uruguayos-cobertura-su-honoris-causa-n1100540
(4) Los textos son numerosos, pero puede encontrarse una exposición breve en: Marvin Harris, Jefes, Cabecillas, Abusones https://asodea.files.wordpress.com/2009/09/harris-marvin-jefes-cabecillas-y-abusones.doc

En mi blog: https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/09/volvera-el-frente-amplio-opinion.html

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