Blumkin (II)
Primer bolchevique fusilado por el estalinismo, que ya había sido fusilado antes


Capítulo 2 

Resumen del capítulo anterior: Yakov Blumkin, revolucionario ucraniano desde los 16 años, participa con 19 en la revolución rusa de 1917 como miembro del Partido Socialrevolucionario de Izquierda (SRI) aliado de los bolcheviques, y es uno de los jefes de la Cheka. En 1918 al oponerse a la paz que Rusia firma con Alemania, los SRI rompen con el gobierno bolchevique e intentan un levantamiento. Blumkin mata en un atentado al embajador alemán. El levantamiento fracasa, los golpistas son apresados, Blumkin escapa. Va a Ucrania y se suma a la lucha armada contra el gobierno reaccionario de allí. Pero estando pendiente un pedido de captura por el gobierno ruso, en abril de 1919 va a Moscú y se entrega.
 
Las cosas no pintaban bien para él. Aunque la pena de muerte estaba formalmente abolida, ya había sido usada, con y sin juicio. En junio de 1918 un general acusado de desobedecer órdenes fue juzgado y fusilado. Los SRI, parte del gobierno, protestaron. Los jefes bolcheviques dijeron que eso era más prolijo que las ejecuciones sumarias del inicio de la Cheka, en que habían participado SRI (uno de ellos, Blumkin). Aunque era verdad no es argumento, fue un grave error entrar en esa dinámica, los hechos lo dirían.

Pero si hay un caso en que la pena de muerte podría justificarse era Blumkin. Un funcionario de alta jerarquía que usa esa condición para asesinar a un embajador extranjero, viola las leyes nacionales e internacionales, pone premeditadamente al país al borde de la guerra, y es parte de un golpe de estado. Y si aun habiendo pena de muerte siempre existe la facultad de perdonar, en este caso no se podía. Dzerzhinski, jefe de la Cheka, quería perdonarlo porque se había entregado voluntariamente. Pero fusilarlo era necesario para evitar la guerra con Alemania, y se habían comprometido a eso.

Antes, Trotsky quiso hablar con él. Y ocurre una de las cosas asombrosas de esta historia. Lo convence de su error político. Blumkin lo admite y se hace bolchevique.

Ya vemos la sonrisa de alguno suponiendo que se pasó al bando ganador como cualquier oportunista. “La historia me absolverá” podría decir Blumkin, y sí, ESTA historia que estamos contando. Si el lector tiene paciencia de seguirla, los hechos despejarán totalmente cualquier suspicacia. Blumkin estaba sinceramente convencido.

Pero era imposible zafar, le explican claramente que estaba en juego la precaria paz con Alemania. "Te tenemos que fusilar, te vamos a fusilar". Y lo fusilan.

Y luego de fusilarlo lo envían nuevamente a Ucrania a hacer lo mismo que estaba haciendo antes, y que le gustaba hacer. Nadie mejor para esas cosas que un hombre muerto. Los alemanes se la tragan.

Los que no se la tragan ni de broma son sus ex-camaradas SRI que conocían el paño. Lo declaran traidor, sufre tres atentados. Estando herido en un hospital le tiran una bomba, logra tomarla antes de que estalle y la arroja por la ventana a los mismos atacantes que huían.

Ucrania no era el mejor lugar, lo conocían hasta las piedras. El gobierno ruso lo envía a Persia (Irán), comenzando otro capítulo de su vida. Si por lo anterior ha quedado la falsa impresión de que era un “loquito”, es un error. Tenía una cabeza pensante en política, diplomacia, finanzas, teoría y práctica militar, le gustaba la poesía y el arte.

En Gilan, región iraní sobre el Mar Caspio, un movimiento guerrillero nacionalista islámico de izquierda forma una "República Socialista Soviética Pérsica". Por encargo de los bolcheviques Blumkin organiza un golpe de estado que pone en el poder al Partido Comunista de Irán, más dócil y controlado por un comisario ruso, que realiza expropiaciones a la oligarquía y cierra también muchas mezquitas. Forma 
además un “ejército rojo persa” para conquistar todo Irán. Pero lo requieren de nuevo en Petrogrado.

El Segundo Congreso de la Internacional Comunista de 1920 convoca un Congreso de Nacionalidades Oprimidas en Bakú (Azerbaiján, costa del Mar Caspio) promoviendo la rebelión contra la dominación británica. Lo ponen a cargo del tren que lleva a las delegaciones internacionales a través de la zona aún en guerra. Es el tren que vimos en "Reds" en que John Reed (Warren Beatty), ya muriendo de tifus, ve por última vez a Louise Bryant (Diane Keaton).

Por romántico que todo eso sea, el hecho es que el gobierno de Lenin logra en marzo de 1921 un tratado comercial anglo-soviético, pese a la resistencia de la derecha británica. Es mucho más, es el fin del bloqueo y el reconocimiento del gobierno soviético por la primera potencia occidental. Pero tiene un precio muy alto, poner fin a la “propaganda hostil”. Rusia abandona todo eso y a los pueblos de Oriente, Gilan es aplastada por Irán bajo la dinastía reaccionaria de los Pahlavi.

Blumkin vuelve a Moscú, ingresa a la universidad militar y en 1923 es secretario de Trotsky y editor de sus escritos militares, y además su amigo personal.


Con otro amigo, el poeta Sergei Esenin de la corriente “imagenista” (movimiento poético vanguardista surgido luego de la revolución, que apelaba a metáforas e imágenes emocionantes, hasta cierto punto rival del “futurismo” también vanguardista en la misma época) buscan publicar una revista literaria. Los testigos dicen que estos amigos "se llevaban bien pero nunca se iban sobrios a la cama" (separados, entiéndase), y también que la tarea que asumía Blumkin de cargar con Esenin en sus crisis de alcohol y mujeres, un “zombie” (y además iba armado) "¡era más de lo que cualquiera podía soportar!". Con éste y otros poetas, Blumkin frecuentaba las peñas literarias nocturnas de Moscú.

En 1924 la Cheka lo envía de nuevo a la península arábiga (en forma ilegal porque sus actividades violaban el tratado con el Reino Unido). Según testigos viajó en secreto a Afganistán y Pamir para lograr un acuerdo con los movimientos islámicos en la lucha antiimperialista contra los británicos, luego disfrazado y en una caravana atravesó la India estudiando las fortalezas militares británicas, hasta Ceylán (Sri Lanka).

En 1925 fue Presidente Adjunto de la delegación soviética en la comisión mixta de la frontera soviético-persa, y miembro de una comisión similar soviético-turca. En 1926 viaja en secreto a Mongolia donde instala un gobierno paralelo en la sombra, y cumple misiones en China y el Tíbet.


En esos años se precipita en la Unión Soviética la persecución política contra la Oposición de Izquierda (Trotsky, Rakovsky, Preobrazhenski, Ioffe, Radek, Smirnov, etc.), sus integrantes son presos y confinados en lugares remotos de Rusia. Trotsky es enviado a Alma Ata, Kazajistán, cerca de China. Luego, en 1929, será expulsado de la URSS y confinado en Turquía en la isla Prinkipo frente a Estambul por un acuerdo entre Stalin y Kemal Ataturk (criminales ambos). En 1926 la represión se extiende a toda la “Oposición Unificada” incluyendo a Zinoviev, Kamenev, Bujarin, etc.

La Cheka (ahora GPU) estaba dirigida por Vyacheslav Menzhinsky. El anterior director Dzerzhinski, en la reunión del Comité Central del Partido de julio de 1926 pronunció un muy violento y largo discurso, de dos horas, contra la Oposición. Quedó muy agitado, y allí mismo le dio un infarto y murió.
Dzerzhinski, a quien todos reconocían como "idealista a toda prueba y caballero", también fue una víctima de las circunstancias, decía que para esa ingrata tarea sólo servían los santos y los canallas pero "se me llevaron a todos los santos y me dejaron a los canallas".
 
Blumkin va a ver a Menzhinsky, ambos eran viejos camaradas de la vieja Cheka. Y le dice abiertamente y sin vueltas que él está con la Oposición de Izquierda, y comparte totalmente las ideas de Trotsky.

Menzhinsky debería arrestarlo de inmediato como a todos los otros. Pero eso significaría perderlo como agente. ¿Qué podía hacer? ¿Convencerlo con argumentos? Menzhinsky no era Trotsky. ¿Amedrentarlo con amenazas? Blumkin era Blumkin.


Al final, considera que dadas las condiciones especiales de su trabajo de espía, Blumkin no podía hacer ninguna actividad política en Rusia, ni siquiera aparecer públicamente. Decide dejar todo como si nada.

Blumkin se aboca a recaudar fondos buscando incunables hebreos en Ucrania y Palestina que roba de sinagogas, saca de contrabando y comercializa obteniendo fondos para la red de espionaje en Medio Oriente. Los británicos lo expulsan de Palestina, donde se hacía pasar por un devoto judío dueño de una lavandería.

Así las cosas, ocurre un nuevo hecho insólito en esta historia.
 
En 1928 Boris Bazhanov, secretario de Stalin, rompe con éste y escapa de la Unión Soviética hacia París. Se corre un rumor de que a Blumkin se le encomendó la misión de ir a París a matarlo, y que lo había hecho. Luego la noticia se expande cuando la reproduce... Bazhanov, que le manda una carta a Stalin diciendo que se deje de decir mentiras.(Muere mucho después, en 1983). Porque era Stalin mismo quien impulsaba estos rumores para atemorizar a los disidentes.


¿Qué podía hacer Blumkin ante algo así? Cuando ya ni siquiera de tus crímenes sos dueño, cuando además de la gente que mataste hay otras que mata tu fantasma, la cosa se te complica. La dejamos por aquí.

Escenas del próximo capítulo, el último: Blumkin se reúne con Trotsky en Prinkipo, Turquía. ¿Qué le pregunta? ¿Qué contesta Trotsky? ¿Era correcto? ¿Qué hechos se desencadenan a continuación, y cómo termina esta historia?

Breves reflexiones.

Como con el sapo en la olla que se calienta lentamente, y que saltaría en cambio si fuese arrojado al agua hirviendo, así es el proceso degenerativo de una revolución. Y por eso es tan peligroso. No es inmediato, no es lineal, no es parejo, no se percibe de entrada. Es contradictorio porque ni tiene un fin predestinado ni una teoría del bien y del mal. Las cosas tienen su propia lógica, y lógicas diferentes. Las revoluciones las hacen los seres humanos y no las “leyes de la historia”, y los seres humanos somos todos diferentes, todos cometemos errores, y nadie esta libre de cometer un crimen. Los que ayer caminaban juntos mañana se combatirán a muerte, cada cual convencido de su verdad.
 

Difícil no quiere decir imposible. Los humanos no solamente cometemos errores, en realidad somos producto del error, el error nos ha hecho humanos. Cuando la complejidad de la práctica desborda la capacidad reproductiva del instinto, cuando el instinto no alcanza, es que pasamos a depender de nuestra libertad, y por lo tanto de nuestra capacidad de reconocer los errores inevitables, comprenderlos y aprender. De esa capacidad dependemos y ella nos hace evolucionar. Así como a la especie humana no le alcanza el instinto, no le alcanzan a la revolución las leyes de la sociedad y de la historia, y nunca le alcanza tampoco la teoría revolucionaria. Una revolución es una sopa de errores, como el caldo en que se va cocinando el sapo.

Lo único seguro es que no hay recetas. Es muy peligroso en una revolución querer seguir una receta. Lo vemos en el próximo capítulo.



(Continuará...) 

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Si te perdiste el capítulo anterior:
https://n0estandificil.blogspot.com.uy/2017/11/blumkini-primer-bolchevique-fusilado.html
 
Próximo capítulo:

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