Abdias do Nascimento: ¿Quilombola o Capitán del Mato?
>Mário Maestri


[Un comentario de un libro del autor brasileño Abdías do Nascimento, que Mario nos acerca ahora por conservar toda su vigencia]

La desunión de los oprimidos fue siempre la mejor arma de los opresores: nuestra historia colonial es un ejemplo destacable.

"Cuando los señores de esclavos de Bahía -escribió el historiador Décio Freitas en Insurrecciones Esclavas- se quejaron a la Corona por el hecho de que el gobernador, conde de Arcos, permitiría a los negros la práctica de sus rituales religiosos, se se justificó de esta manera:


...el gobierno [...] ve a los batuques [africanismo, nación de santo y nación de Orixá] como un medio de no obligar a los negros [...] a abandonar las ideas de aversión recíproca que les eran naturales y que ya se van apagando poco a poco, para la desgracia común [...] pues una en vez que las diferentes naciones de África se olviden totalmente de la rabia con que la naturaleza las desunió, entonces los agomés pasarían a ser hermanos de los nagôs, los gegés de los aussas [...] y, como algo inevitable, la tragedia asolará a Brasil..

"La tendencia a la unificación nacional de los oprimidos de Brasil, (continúa Freitas) renace con fuerza con las importantes luchas sindicales de los últimos tiempos y se estructura en la lucha por la unidad política del clasismo y por una central única de trabajadores, y es vista, por lo tanto, con recelo (por las clases dominantes). Todo lo que divida a de los trabajadores será intentado. Se busca desmembrar a los sindicatos combativos. En la pasada gran huelga metalúrgica (1979), el gobierno procuró enfrentar a los miserablemente pagos contra los "privilegiados", o sea, los sólo mal pagos. Como en Europa y en los Estados Unidos, donde se aviva el odio racial entre los trabajadores para dominarlos, en Brasil, esa agitación racista es una de las grandes armas de la reacción. Y esto, para mejor enfrentar - y utilizar - el profundo descontento e indignación de las capas populares afrobrasileñas, explotadas y discriminadas por excelencia!

La importancia del libro del profesor Abdias do Nascimento, "O quilombismo" es que presenta y defiende, bajo un palabrerío radical, los grandes argumentos con que se buscaba dividir a los oprimidos en Brasil. [Río de Janeiro: Voces, 1980.]

Como contribución científica al estudio del esclavismo y del racismo en Brasil, el libro es extremadamente pobre. Podemos incluso decir que es una involución respecto de los niveles ya alcanzadas por honestos estudiosos, tales como, sólo para citar algunos, Edison Carneiro, Manuel Querino, Clóvis Moura, Arthur Ramos, Luiz Viana Filho, L.A. Costa Pinto, Décio Freitas, Vicente Salles, Jacob Gorender, Maurício Goulart. A todos ellos Abdias, con pretensión casi mesiánica, los desconoce desdeñosamente.

Veamos, entonces, las ideas del profesor.

La revolución en Brasil: un gran sostén al dominio racial


La gran tesis de Abadía es simple. En Brasil no existiría una sociedad de clases, sino racial. Los enemigos sociales no serian explorados y explotadores, trabajadores y patrones. Serían negros y blancos. "Un férreo y rígido poder monopólico pudo permanecer, en Brasil, en las manos de la capa 'blanca' minoritaria, desde los tiempos coloniales [...]." "El factor 'raza' permanece, irreductiblemente, como la fundamental contradicción dentro de la sociedad brasileña". No existe otra solidaridad sino la racial. Trabajadores blancos y negros, mulatos y amarillos [sic], son naturalmente enemigos.

"A finales del siglo pasado, los inmigrantes europeos llegaron al país e inmediatamente pasaron a usufructuar las 'bondades' del racismo: aprovecharon al negro recién liberado desesclavizado y rápidamente ascendieron en la escala social. Que yo sepa, nunca hubo ninguna solidaridad de los trabajadores de Río o de São Paulo hacia los negros obreros discriminados. Lo que se puede constatar es el silencio connivente de los trabajadores bancos, que desde el siglo pasado se beneficiaron".

Contra el negro brasileño existiría, también, una conspiración racial. "El régimen blanco buscaba el aniquilamiento". Bajo la lógica ese proceso las masas negras de Brasil sólo tienen una opción: desaparecer. "Sea por ser aniquiladas por la fuerza obligatoria del mestizaje y asimilación, o a través de la acción directa de la muerte pura y simple."

Necesitaríamos entonces una revolución racial. Los negros deben "tomar posesión y control" del país, claro está, en "fraternidad y comunión con los pocos indios brasileños que sobrevivieron la idéntica masacre y explotación racista"

Tomado el poder, se instituiría un no muy bien explicado "comunalismo africano". Paranoico por ser mal interpretado en su "ismo", el prof. Abdias ajusta las cuentas, de paso con los marxistas y socialistas. Estos, en Brasil, parecen haber "compartido, por acción u  omisión, ese proceso de liquidación de la raza negra".

 
Pecado no específico al socialismo criollo. Marx ya había probado ser una especie de racista y nazi cuando "defendía" la esclavitud, pues la explicaba como "pivote" de la "revolución industrial". Lo que prueba también que Marx era un capitalista, pues afirmaba que el capitalismo es "pivote" del socialismo.

Abdias tan sólo no nos dice cuando proclamará el inicio de esta avanzada para el poder racial, si durante su curso en la Universidad en los Estados Unidos donde enseña, o en el intervalo de alguna recepción en alguna embajada neocolonialista africana, de las cuales es tan asiduo comensal.

En la defensa de sus tesis, Abdias mistifica la historia. No hubo explotación racial en nuestra historia. Ella tomó, esto sí, apariencias raciales. Nunca hubo, en Brasil o en África, solidaridad de "piel". El sentido de la explotación colonial fue siempre social. Sólo los oprimidos fueron solidarios [entre si] en la lucha contra los opresores. El mercantilismo portugués, inglés, etc. nunca tuvo preconceptos de color para mejorar sus ganancias.

El africano -nos recuerda Eric Williams, en Capitalismo y esclavitud- [1] fue preferido como esclavo, debido a las ventajas económicas que permitía, no por su color.


"En las plantaciones inglesas, los primeros siervos fueron los indígenas y, cuando estos se terminaron ... el inglés pobre. El africano toma el lugar de los últimos porque era más "barato" y la mano de obra inglesa se hacía necesaria en Inglaterra para ser allá duramente explotada. Son mecanismos económicos y sociales los que regían la vida colonial y imperial los que originaron el racismo moderno".

En África nunca hubo, tampoco, solidaridad de color. Los miles de hombres arrancados del corazón del continente eran llevados a los depósitos negros de la costa por los señores africanos que controlaban el "comercio" de cautivos. Era aquella aristocracia negra que dirigía y controlaba el "comunalismo africano, tan al gusto de Abdias. La fuerza de los señores ashantis, del reino del Kongo, de la reina Nzinga Mbundi -la Ginga de Angola- y muchos otros, se asentaba sobre el sufrimiento y el miserable africano esclavizado. La historia nos muestra que los esclavistas europeos -los grandes responsables de ese genocidio- han encontrado siempre cómplices y asociados en las capas señoriales africanas. Ayer y hoy.

Esclavismo, racismo y mistificación histórica

Las loas que levanta Abdias a la condición y ascenso social del inmigrante en Brasil son inconsecuentes. Repite, punto por punto, las mitologías de la historiografía tradicional conservadora. Se olvida nuestro profesor que por cada trabajador euro-descendiente que alcanzó a elevarse sobre las condiciones de su clase y pasar a explotarla, existieron centenares de otros viviendo en la miseria. Los inmigrantes fueron "importados" para ser explotados en el lugar del esclavo ya numéricamente insuficiente. Es cierto que ellos tomaron, en alguna medida, el lugar del ex esclavo. Pero en otros casos el esclavismo ya preparó al ex esclavo para el trabajo libre. Para él, trabajar, era sinónimo de acuerdo servil. En gran cantidad en el campo, donde pudieron, prefirieron en los primeros tiempos marginalizarse y vivir en una economía de subsistencia, antes que trabajar como asalariados.
 

Las diatribas de.Abdias contra los marxistas podrían ser parte del modismo académico europeo y norteamericano que cree de buen tono vilipendiar tales filosofías dépassé. Sin embargo, se trata de algo más serio.

El "quilombismo" de Abdias lleva, efectivamente, a la desunión de los oprimidos y al fortalecimiento de los opresores. Los obreros negros deben, según él, organizarse independientemente. Debe existir solidaridad entre negros explotados y negros exploradores. La estocada contra el socialismo completaría el sistema. Incompatibiliza la vanguardia negra con las de otros sectores sociales en lucha no negros.

Esta estrategia sui-generis permitirá, como máximo, el ascenso social individual de algunos intelectuales, políticos, profesionales y funcionarios negros. Ellos verían así sus buenos servicios - la división de las fuerzas sociales - reconocidos por el régimen burgués.

En el caso de los Estados Unidos, estas nuevas "élites" negras, sólo se diferencian de los negros que en el pasado alcanzaron individualmente a elevarse socialmente, por la posibilidad de mantener el color de la piel. Anteriormente, los afro-brasileños que ingresaban en los cuadros sociales dominantes debían, como todos los intrusos, renegar sus orígenes y vínculos populares. En el caso del negro, se trataba de renegar de la piel. En una o dos generaciones blanqueaban. Estas nuevas “elites”, por el contrario, deberán mantenerse negras de piel. Si no, perderán su empleo.

Las clases populares negras, como todos los oprimidos en Brasil, aceptan cada vez menos la situación de opresión y miseria a la que son arrojadas. Las secuelas y humillaciones racistas, herencias de un pasado esclavista, hacen que todo esto sea inaceptable. En el pasado, como en el presente, el pueblo negro dio los más brillantes ejemplos de heroica resistencia contra la opresión. Incluso cuando lucharon casi completamente aislados. Hoy, a su lado, se encuentran los miles de desheredados - de todos los colores - que parió nuestra sociedad de clases.

Por último, el afro-brasileño explotado no se encuentra más aislado. Abdias señala, sin duda, un camino para las élites negras. Es hoy un conocido académico, profesor, escritor, conferencista, requerido en todos los encuentros africanistas internacionales.

Otro camino sería el del mulato casi gigante Carlos Marighella, que hace pocos años -dejó - sean cuales sean nuestras divergencias con su concepción de lucha - su nombre marcado al hierro vivo en los corazones de la izquierda y las vanguardias populares brasileñas. Otro camino, más sufrido, divergente. ¡Pero quién mejor que él merece el nombre de quilombola!

En los bosques y matorrales distantes del Brasil colonial resistieron miles de quilombos. Era costumbre de las fuerzas represivas enviar, antes de atacarlos, un negro haciéndolo pasar por quilombola, en búsqueda de informaciones. Cuando los vigilantes de un reducto se encontraban con un negro que decía ser fugado, posiblemente se establecía un momento crítico de tensión. Era cuestión de vida para el quilombo saber, antes de abrirle la puerta de la empalizada, si bajo su discurso, las historias que contaba, su piel, se encontraba un quilombola o un "capitán del matorral".


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[1] Aprovecho para recomendar este libro que puede bajarse gratuitamente de acá:

https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Capitalismo%20y%20esclavitud-TdS.pdf

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